
Los ojos, por ejemplo, son de una claridad casi transparente, usted lo sabrá mejor que yo si tiene espejos. Una claridad, le decía, de origen marítimo quizás, un océano, sí, un océano le corre por esos dos huecos, y esas imperceptibles manchas marrones que ensombrecen el mar, le dan verdad, verdad y belleza, imperfección. ¿Comprende lo que digo?
Lo perfecto es inhumano.
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