lunes, 23 de agosto de 2010

narices frías de una noche atrás

viven en una casa llena de ventanas grandes como una casa, ven el bosque desde adentro que es casi como estar afuera pero sin frío. una vez se les llenó de nieve hasta la mitad de la puerta. ella estaba embarazada y no salió por dos meses.
llenos de espejos, una perra que se hace la mala, dos mellizos y un cumpleañero.
un sistema para colgar las zapatillas a secar.
calor. increíblemente hay calor.
un televisor jumanji. sillones cómodos y una vecina parlante.
otra vez salieron a esquiar en la calle tapada de nieve, nadie sabía que él no sabía, no se le notó en la cara.
un péndulo y un aparatito que mide lineas que están en todos lados, no pongas allí tu cama.
ella tiene nombre de gratitud, él de un tiempo pasado.
Una vez vivieron en un refugio en el medio de la montaña con un amigo de él y su esposa loca, y ella y la loca bajaron en mitad de la noche, sin pastillas y con la luna despierta.
él quiere ir a morirse a la montaña.
ella le pide que por favor le avise, así no lo anda buscando.
a él le gusta guardar porquerías. igual que a su papá, que un día se descompuso cuando empezaron a tirar cosas que servían.
ella es actriz, como yo.
cuando habla te dice "la ceci" todo junto y te lo dice a vos: "¿cómo estás laceci?"
daban ganas de quedarse.
él tan de verdad.
ella tan dulce que no empalaga.
no quiero tenerte muertito ahí, le dijo.
ella dijo que desgraciadamente se casaron, me dió una risa porque lo dijo en serio.
tenían una gallina como mascota, la agarró un chimango y quedó inválida abajo el calefactor.
calor, yo rosada de calor de sol y de emociones.
después alguien me dijo que no hablé nada esa noche.
y no... había mucho para escuchar, excepto por la vecina, que incluso había algo de ella que me daba ternura, ese intento desesperado por pertenecer.
¿qué tenía yo para decir? si al menos así, mis sentidos retuvieron todo. cuando hablo no escucho. y aprendo tanto más escuchando.
espero verte actuar algún día, me dijo.
después, cuando volvíamos, alguien dijo que le dieron ganas de dormir en su regazo. la verdad que a mí también me dieron ganas. y no la conozco, pero cuánta belleza de madre y no madre.
todo ésto tan lejos de mí y tan adentro.
tan diferente y tan donde quisiera.
tan querer quedarme queriendo irme.
tan yo circunstancial y reciclable, tan puesta por casualidad en ese lugar, tan acompañante, tan invitada, tan novia de, tan fantasmada, tan miedosa, tan infantil, tan encantada, tan agradecida y tan enojada, tan finita, tan un ratito, tan tana.
me dieron ganas de ser otra y la misma.
capaz porque había muchos espejos, alejandra alejandra, no me persigas que para escribir no necesito estar triste.
quiero vivir en una casa con ventanas y sentir que adentro es afuera y ser parte de afuera como cuando estábamos en la canoíta en el medio del mar, y yo no era más que un pedacito de agua que bailaba, tanta felicidad que si la sintiera todo el tiempo explotaría, tanta fuerza y tanta emoción que uno siente que nadie la merece, y que venga drexler y me levante una ceja, que me diga que nada se pierde.
hay cosas que sí se pierden. hay cosas que no se pierden porque nunca se encuentran.
y hay cosas que se buscan sólo por buscarse. aunque se sepa en el fondo que nunca se va a encontrar nada. eso me gusta. me alivia. me calma.
buscar una casa con espejos en el medio del bosque, para sentirme parte, perteneciente, cercana, casi tan patética como la vecina.

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